16 mayo 2006

Silencio, dejad el ruido fuera...

Es tarde, yo sin sueño, con muchas cosas en la cabeza y demasiado tiempo. Pinto sobre el papel... y abofeteo con ira el teclado intentando reflejar, bajo la tenue sombra de la pantalla, aquellas cosas que pasan por mi olvidadiza mente.

Y es que ya no somos los mismos, ya no soy el mismo. He cambiado y a su vez todo lo que hay a mi alrededor. No canto, no juego, no bailo, apenas río. Intento sonreír, pensar que mañana será mejor, que mañana te veré, que el sol volverá a brillar de nuevo, más fuerte, más reluciente, sin nubes, sin brisa, sin prisa... pero todo pierde su fuerza, nada de este dolor tiene ya resultado.

Te recuerdo como en el ayer, como cuando nos creíamos unos niños que podíamos hacer lo que quisiéramos sin dar cuentas a nadie. Recuerdo los recovecos en los que nos escondíamos para no ser vistos por la muchedumbre. Los días que se convirtieron en noche porque tú estampaste el cielo de estrellas. Los minutos que me recreaba contemplando aquella hermosa foto en tu jardín. La eternidad de veces que te dije te quiero. Aquellas flores que la primavera te regaló y que tú adoptaste como tu más preciado tesoro. Tu mirada en mi mirada sin decir palabras. Mi mano en tu mano acariciando el suave dorso de tu piel. Aquellos besos que nos faltaron, que nos robó el tiempo, ese tiempo que ahora me mata...

Pero eso es historia, historia sin sentido. Cosas de la vida, que pasan, que pasaron y que ahora se lleva el viento. Frío intenso que deja... y calor que echo de menos. Sin sentido, pero con sentimiento. Sentimiento que no existe, yo estoy muerto.